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Se levanta. Respira pesado. Sensación horrible. El aire no entra. Se acartonan sus pulmones. Lucha por una bocanada. Raspa su garganta. Al fin. Aire. El cabello revuelto eclipsa su mirada. Sus manos laceradas y lodosas. De rodillas. La vida rasguña sus piernas y se clava en el pecho. Los fantasmas lo empiezan a rodear pero su alma se aferra. No lo dejara así. No puede quedarse ahí. Poco tiempo. El dragón lo rodea. La boa cristalizada. El fuego helado. La presión de la cueva del Tártaro sobre él. Pero la vida se aferra.

Sube la marea. Caronte se acerca a ver. Tres respiros y por fin, la neblina de su retina desaparece. Siente el espinazo. Siente el escalofrío. Siente la descarga torrencial recorrer sus extremidades. La mirada se clava al frente. Ahí. La falcata cubierta de icor. Centelleante de carmesí. Filo divino. Galatea. Escucha a la serpiente esmeralda acercarse. Quiere levantarse. Quiere correr. Quiere tomarla en brazos. Quiere escapar el destino fatal. Filosas espinas óseas se adentran en él. Siente el tendón reventar. Su capa teñida de escarlata.

Últimos alientos. Siente los veintiún gramos irse poco a poco. Pero se aferra el ánima, se abraza a su columna y no la dejará ir. No se irá así. No se irá sin tomarla en brazos. No se irá sin empuñarla. Sin dejar que el filo bese a la salamandra arcaica. Sin que destruya las puertas que lo encierran en la oscuridad. Dragón acariciado, arrastrado al Hades. Dragón asesino de esperanza. Dragón verdugo de justicia. Dragón traidor de dragón. Traidor a Bheithir y a la vieja guardia. Su mente destripada. Tatuada de odio. Tatuada de venganza.

Galatea sonríe. Galatea acaricia al ideal. Se encarna en su mano. Seduce al guerrero. Se levanta pesadamente, pues solo tiene un brazo. Tira el yelmo. Levanta la mirada. Él lo sabe. Él lo advirtió. Él entendía el por qué descendió. Él sabe que no hay regreso. Pero no flaquea. Aún no. Ni en la guarida gélida. Ni con el Tártaro abrazándolo. Ni con Caronte sobre su espalda. Ni con Galatea apuñalada. Toma fuerzas. Es el final. Se encaran. La sombra serpentea, avanza fieramente. Se esconde en los pilares, desciende al aqueronte, se abraza en llamas, el trueno es él. La memoria de venganza es lo único que conecta su mente con sus garras. Tres zarpazos. Un coletazo. Se hunden los cuernos en tierna carne. Estigia se tiñe. Y el guerrero sonríe. Galatea danza sobre el vientre de la sombra de jade. Se derrumba Pandemonio. El cuello lo abraza. Con lo que queda de venganza en sus venas, estruja. Todos los huesos se quiebran. Pero el alma se aferra. Y el alma se alza. Galatea llora. Lágrimas carmines. Y el guerrero muere.

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