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Quién no se ha perdido en el espejismo, en la ilusión o en la visión idealista de un fantasma del pasado. Quién no ha querido escapar de la cruda realidad de uno mismo. Uno se emborracha de recuerdos y memorias, de presiones y dificultades, de tatuajes mentales y cicatrices de guerra, dejando todo de lado. Nos quitamos la armadura que nos protege de encima. Nos bajamos de nuestro soporte fiel y preferimos echarnos a la espalda el plomo que drena de lo más oscuro del ser. Como dije, perseguimos fantasmas viejos o nuevos, sin la luz que desde un tiempo nos ha iluminado, pero que sin embargo, dimos por sentado y descartado.No había vencido la noche al día cuando ya, así, sin más, destruías el puente que te conectaba a lo real, a o tangible, a tu ser.

Caminos turbios de neblinas estridentes y bajo noches que no cobijan, pero abruman, son los que terminas recorriendo. Ya no esta aquella que te daba la mano y por lo menos tenías la confianza de perderte junto a ella. La luna ya no es espejo del alma, sino del ego. Las estrellas ya no son guías, sino meros hoyos en el cielo por donde se escapa la luz. Las lágrimas ya no son algo pasajero, sino evidencias gélicas, marca de tu vergüenza, punzantes y agonizantes que te obligan a cerrar los ojos una vez más. A no mirar otra vez, no otra vez, hacia atrás.

Poco a poco va saliendo el sol, cuánto fue, cuánto fue hace ya que te arrepientes de caminar sobre huellas de mentira, sobre artificios obsoletos y descorazonantes, de olvidar lo que no se olvida y morir en lo que no se muere. Cuántas veces más necesitas que el vidrio punzante del espejo te grite a los ojos que debes romperlo, romper la imagen que te construiste y construir la vieja, la verdadera, la que originalmente componía esa pared reflejante.

Y entonces recuerdas la verdad. Escuchas la música del universo. Escuchas los gritos de juventud y experiencia al mismo tiempo. Escuchas tu propio latir del corazón y aceptas tu error. Aceptas haber dejado pasar lo que en un momento te definió como realmente eres. Aceptas el error de perseguir lo intangible e indeseable y cerrarte a un mundo sin ventanas ni aire. Rompes a puño limpio la luna, pues no eres tú el del espejo celeste, no eres tú, no eres tú, hasta que decides reconquistar tu ciudad perdida y lastimada, tu ciudad perdida y amada. No eres tú, hasta que te transformas en el león lleno de valor e ideas, en el león de la noche y el carmesí. »][Nick Brandt ©]

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